Cómo impacta el vestuario femenino en el entorno laboral - MARÍA SOTO
Por María Soto
El: 08/12/2021

Cómo impacta el vestuario femenino en el entorno laboral

La vestimenta sigue siendo, hoy en día, un aspecto por el cual se juzgan las capacidades de las personas, especialmente de las mujeres. En este sentido, si nos enfocamos en el mundo laboral, la relación entre el vestuario, las mujeres y las posiciones de liderazgo es un tema de análisis que nos permite entender por qué cómo vestimos afecta considerablemente la manera en la que nos perciben en torno laborales de alta jerarquía.

En este artículo debatimos cómo fue cambiando la concepción de la vestimenta de las mujeres a lo largo del tiempo.

“Un estudio de Sandra M. Forsythe demostró cómo las asociaciones culturales producen un sesgo en la contratación. La masculinidad se equipara con el liderazgo, por lo que las mujeres que se visten de manera más masculina son vistas como mejores líderes”. 

El vestuario femenino en posiciones de poder

Si hablamos de mujeres, sabemos que la ropa que elegimos vestir tiene un impacto muy importante en cómo la gente nos percibe.

Y si nos centramos solo en el entorno laboral, las mujeres todavía sufrimos discriminación o prejuicios por las prendas que elegimos para trabajar. Ni hablar si ocupamos posiciones de poder. Y es que sucede que todas las asociaciones culturales que forman parte de nuestro inconsciente producen un sesgo en la contratación. Parece ser que la capacidad de liderazgo se asocia más a la masculinidad que a las capacidades personales.

Y si diversos estudios afirman que las personas con anteojos se perciben como más inteligentes o los vendedores de traje parecen más convincentes, ya podemos imaginarnos el doble impacto que tienen esos sesgos cuando recaen en una mujer. 

El estudio que nombré en la cita anterior se llevó a cabo en 1990 por una profesora de la Universidad de Auburn, en el que pidió, a un grupo de estudiantes, que eligieran a qué mujer contrarían según el grado de masculinidad que expresaban. 

¿El resultado? Las mujeres que vestían de manera más masculina eran vistas como más capaces y con más personalidad, cualidades que se valoran en el ámbito corporativo. Esta es solo una prueba de que la masculinidad se asocia directamente con la capacidad de liderazgo.

Ahora bien, ¿qué nos queda a nosotras, las mujeres, que queremos acceder a puestos de alta jerarquía? ¿Debemos “sucumbir” a utilizar vestimenta considerada más masculina para aumentar la credibilidad de nuestra imagen y capacidades? ¿O debemos “resistir” a la discriminación y prejuicios por vestir como realmente somos aunque sea nos juegue, hoy en día, en contra?

 Lo cierto es que, hoy en día, las mujeres que se visten de manera más masculina son vistas como mejores líderes.

Analicemos, entonces, cómo fue progresando la moda en el entorno laboral y cuáles fueron los grandes hitos para entender la situación actual.

De 1950 a 2022: la moda femenina en el trabajo

Es cierto que antes vestirse para el trabajo era más fácil que ahora, lo cual no quiere decir más conveniente o más justo: los códigos de vestimenta eran tan estrictos y determinantes que las opciones eran menores o directamente no existían. 

Hoy en día, si bien se ha ganado mucho terreno a la hora de poder elegir cómo vestirnos sin que eso perjudique la percepción de nuestras capacidades o habilidades, sabemos que aún queda mucho camino por recorrer.

Los códigos de vestuario varían entre sectores y empresas y suelen hacerlo aún más cuando hablamos de mujeres, puesto que la oferta para nosotras y la variedad es mayor, y por tanto, los límites entre lo “correcto” e “incorrecto” se diluyen entre la infinita variedad de prendas, texturas, colores y accesorios. 

Veamos un poco la evolución de la vestimenta en el trabajo.

Mujeres en el trabajo en los años 50 y 60

Las mujeres usaban trajes a medida y blusas de seda, vestidos, medias y zapatos con tacos finos tipo aguja. Acá podemos ver como una vestimenta siempre asociada al hombre, el traje, era utilizada por las mujeres que lograban acceder al trabajo (que no eran muchas) para demostrar que podían ejercerlo con profesionalidad. 

Sin embargo, durante la jornada de trabajo no podíamos solo ocuparnos de nuestras tareas: debíamos revisar que la costura de las medias estuviera siempre recta y la falda del traje en perfectas condiciones.

El pantalón, en ese entonces, quedaba relegado para nosotras en entornos no laborales, y recién hacía sus primeras apariciones.

Necesitábamos, para hacernos de nuestro lugar en el mundo laboral, vestir lo más parecido a los hombres sin perder feminidad. Por eso, por ejemplo, se impuso la camisa con lazo en el cuello, ya que, como dijo la ex directora ejecutiva de HP, Meg Whitman: “Fue nuestro intento de ser femeninas pero encajar en lo que entonces era un mundo masculino”. El lazo hacía referencia a la corbata masculina.

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Informalidad

Desde la década de 1970 comenzó lentamente a imponerse un estilo más informal, y esto se conduce con un cambio perspectiva empresarial: mientras que antes importaba más el proceso, hoy queremos resultados.

Si los empleados cumplen con sus objetivos y tareas (que es lo que importa) se vuelve indistinto si lo hicieron vestidos de traje o con una camisa sin corbata.

Fue en esta época cuando la arbitrariedad de los códigos de vestimenta comenzó a perder poder y, en cambio, la moda cotidiana empezó a entrar, poco a poco, al entorno laboral.

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Masculinidad, al extremo

Pasado un tiempo comenzamos a aplicar un estilo de vestir más masculino, ¡pero al extremo! Hombreras para agrandar nuestra contextura corporal y zapatos de taco alto para parecer más grandes que los hombres es un ejemplo de cómo buscábamos estar a la altura.

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Llega el pantalón

En 1990 pudimos empezar a relajarnos, dado que comenzamos a conseguir más puestos de trabajo, y el traje de pantalón se hizo cada vez más popular junto con los zapatos de taco bajo, todo lo que nos proporciona más comodidad.

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Y en un mundo pospandemia… 

Con un 70% de los profesionales trabajando a distancia la mayoría de sus jornadas laborales, los límites de la vestimenta de trabajo no se han visto más que difuminados. ¿Puede aplicarse el código solo en la parte del cuerpo que se nos ve por Zoom? ¿El código cambia cuando nos toca ir a la oficina? ¿Debo utilizar traje también cuando estoy en casa?

Estos son solo algunos de los interrogantes que surgieron durante el último tiempo. Sin embargo, si de algo no hay dudas, es de que la vestimenta laboral ha cambiado muchísimo a lo largo de los años.

Sí, a grandes rasgos podemos decir que hemos ido dejando de lado la formalidad, pero también es inevitable decir que la moda, así como la humanidad, está en constante evolución, por lo que el vestuario dependerá siempre del contexto macro y micro de cada trabajador y de su propia evolución personal.

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¡Hasta la próxima!

María