Cómo adaptar tu estilo a un entorno laboral formal -
Cómo adaptar tu estilo a un entorno laboral formal - Por María Soto
Por María Soto
El: 15/10/2025

Cómo adaptar tu estilo a un entorno laboral formal

¿Alguna vez sentiste que ibas a trabajar disfrazada o disfrazado? No porque la ropa te quedara mal, sino porque no te representaba. Esa sensación de estar bien vestida, pero ajena a lo que llevás puesto, es más común de lo que parece. Y revela algo más profundo que una simple elección de prendas… Habla de una tensión entre lo que el entorno espera y lo que realmente somos.

En muchos espacios laborales aún persisten los viejos códigos que definen lo que significa verse profesional: trajes, estructuras rígidas, colores neutros.

Estas normas, diseñadas para proyectar seriedad y uniformidad, también reproducen jerarquías y modelos de pertenencia. La socióloga Joanne Entwistle lo explica con precisión: “Nuestras prendas forman demasiada parte de nosotros para que la mayoría nos sintamos totalmente indiferentes por su estado: es como si la tela fuera una extensión del cuerpo o incluso su espíritu”.

Cuando ese modelo impuesto no dialoga con nuestra identidad, aparece el conflicto. La ropa comunica pertenencia a un espacio y aun rol, pero puede silenciar tu autenticidad.

Desde la psicología de la imagen, este malestar tiene nombre y se llama disonancia cognitiva. Es la tensión que surge cuando lo que mostramos contradice lo que sentimos o creemos.
En el vestir, esta disonancia se vuelve especialmente visible porque nuestro cuerpo ocupa un rol profesional, pero nuestra identidad no logra habitarlo plenamente. Esa incoherencia entre el yo interno (hecho de valores, historia y emociones) y el yo externo (la imagen que mostramos) genera incomodidad y hasta una forma de autoalienación.

A veces, el cuerpo intenta compensar esa distancia con gestos de rigidez o exceso de control. Nos volvemos más conscientes del cómo nos ven que del cómo nos sentimos. El foco se desplaza del propósito hacia la forma, del contenido hacia el envase. Y eso tiene un impacto directo en la comunicación: cuando no estamos alineadas con lo que vestimos, nuestra presencia pierde fuerza.

La ropa puede acompañar o interferir con nuestra seguridad. Ningún blazer de marca puede reemplazar la coherencia entre lo que sentimos y lo que proyectamos. Cuando esa coherencia se rompe, el cuerpo está presente en la oficina, pero la persona está ausente, inhibida, contenida detrás de un disfraz que no le pertenece.

El verdadero desafío no es elegir entre la identidad y el entorno laboral, sino aprender a traducirnos.
Desde la Presencia Consciente© vestirse no es cumplir un código, sino comunicar con intención e implica mirar tres dimensiones en conjunto:

Tu identidad: quién sos profesionalmente, qué valores te mueven, qué querés transmitir.

Tu entorno: cuáles son las expectativas reales del contexto, sus reglas y los códigos de comunicación.

Tu estrategia: cómo unir ambos mundos de manera coherente y funcional.

Vestir con estrategia no es rendirse a las normas, sino reinterpretarlas. Es permitirte incluir un color que te identifica, una textura que te da confianza o un accesorio que cuenta tu historia.

La pandemia cambió profundamente nuestra relación con la ropa y con el trabajo. Lo que antes era una regla incuestionable, es decir, el traje como sinónimo de profesionalismo, comenzó a transformarse. La virtualidad introdujo el confort como nueva variable de poder: nos enseñó que se puede trabajar bien sin estar uniformados.

Hoy los códigos de vestimenta se volvieron híbridos, buscan equilibrio entre la formalidad y la comodidad, entre la estructura y la flexibilidad. Este cambio no solo es estético, sino simbólico. Representa una redefinición del poder profesional, más ligada a la autenticidad, a la capacidad de conectar y comunicar desde lo real, que a la rigidez de una etiqueta.

Por eso, aferrarse a los viejos mandatos de la formalidad absoluta puede volverse contraproducente. El desafío actual no es vestirnos correctamente, sino vestirnos con sentido, en coherencia con la cultura de trabajo que habitamos y con quienes somos.

Cuando sentimos que la ropa laboral no nos representa, el primer paso no es cambiar todo el guardarropa, sino revisar desde dónde nos estamos vistiendo. ¿Desde el miedo a no encajar? ¿Desde la exigencia de parecer correctas? ¿O desde la decisión de mostrarnos con autenticidad y estrategia?

Encontrar ese punto de equilibrio implica observar el entorno sin rendirse a él. Preguntarte qué márgenes reales existen dentro de tu contexto (porque casi siempre los hay) y empezar a ocuparlos. Tal vez sea un color que te da energía, una silueta que te resulta cómoda o una textura que te conecta con tu cotidianeidad. Lo importante es que, dentro del marco de lo profesional, encuentres pequeños gestos de autenticidad que te devuelvan comodidad y seguridad.

No se trata de vestirse para trabajar, sino de vestirse para habitar el rol profesional desde quien sos. Cada prenda puede ser una extensión de tu discurso, un signo que refuerza tu presencia. Y eso solo ocurre cuando hay coherencia entre tu interior y tu exterior.

En la práctica, la Presencia Consciente© propone ese equilibrio: entender el código del entorno, honrar tu identidad y unir ambos desde la intención.

Vestirte profesional no debería exigirte disfrazarte, sino permitirte comunicar con autenticidad.

Si sentís que es momento de avanzar en ese sentido, te invito a agendar una videollamada de claridad conmigo para conversar sobre cómo puedo acompañarte con una asesoría personalizada.

María Florencia

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